La crisis puede traer consigo desgracias, miseria, enfermedades, escasez, etc., sí, es correcto; sin embargo, también puede traer consigo oportunidades, y no me refiero a esas que implican generar dinero, no, sino a aquellas oportunidades de conocernos más a nosotros mismos y, por ende, a lo que nos rodea. La crisis saca a relucir todo: lo bueno y lo malo, por lo que nos pone cara a cara con lo que realmente somos, ya que nos quita el disfraz del ego: de lo que aparentamos y pretendemos ser, para solo dejarnos con todo lo que llevamos dentro; es decir, con nuestro verdadero yo. Y resulta que esto es lo que suele sorprender, o incluso golpear, a la gran mayoría, dado que no encuentran mucho dentro de sí mismos.
La crisis trae consigo lecciones, muchas lecciones; lecciones valiosas que, irónicamente, ponen a prueba lo valioso de prácticamente todo lo que nos rodea y conocemos. Pone a prueba nuestras prioridades, nuestra ética, nuestra moral, nuestras creencias, nuestro nivel de auto control, nuestra capacidad de adaptabilidad, nuestra supervivencia. Nos enseña a soltar “dependencias” innecesarias, a valorar lo que tenemos, a darnos cuenta de lo afortunados que somos y, sobre todo, a ser agradecidos. Nos hace recordar que podemos empezar de nuevo y que nuestro tiempo es limitado, que tenemos seres que nos quieren ver bien y seres que no, que nuestro principal enemigo no son los medios, la sociedad o el gobierno, sino nuestra propia mente, ya que son los pensamientos el principal alimento de nuestro espíritu. Espíritu que se pone a prueba durante la crisis.
No podemos encontrar nuevas lecciones de aprendizaje haciendo siempre lo mismo. No podemos afinar nuestro instinto de supervivencia si no nos desafiamos. No podemos superarnos sin retos. No podemos hacernos más fuertes en circunstancias cómodas… Y los tiempos de crisis existen para hacerte recordar todo eso.
Hoy en día con tantas comodidades es difícil reinventarnos, superarnos, desarrollarnos… Es difícil hacernos más fuertes, dado que la gran mayoría de personas están concebidas para únicamente trabajar por dinero y comprar comodidades, ese es su fin, su propósito, y no encontrarle un significado a lo que hacen ni comprender el “porqué” lo hacen, solo lo hacen porque así les dijeron que debería de ser, por lo que si les cambias algo de ese ciclo de “ganarse las comodidades de la vida”… no son los primeros en encontrar soluciones, sino culpables. No están preparados, no se anticipan y están acostumbrados a que les digan que hacer. No cuestionan nada y asumen todo, por lo que son a los que más les cuesta superar una crisis porque implica un CAMBIO.
Es bueno ser optimista, sí, pero también hay que ser realista, dado que a veces es necesario ponerse en el peor escenario, en el escenario más adverso; no para frustrarnos, no para temer, no para sentir nada negativo, sino para anticiparnos, para prevenir y estar preparados.
Si no conoces lo que verdaderamente es la incertidumbre, si no haz convivido con la angustia, si no haz superado alguna vez la depresión, si no te haz quebrado por la frustración, si no eres más fuerte que la ansiedad, pero, sobre todo, si no haz aprendido a lidiar con el estrés o la neurosis… el “martillo” de la crisis, inevitablemente, destrozará tu fragilidad.
La crisis existe para reinventarnos, no solo como seres humanos, sino como sociedad. Existe para fortalecer nuestra capacidad de supervivencia y adaptabilidad, para valorar lo verdaderamente importante y poder así desprendernos de lo que no lo es. La crisis existe para ver más a fondo nuestra existencia y el sentido que le damos.
La crisis existe… para simplemente reencontrarnos y ver en qué nos hemos convertido.