Pero… ¿miedo a qué precisamente? ¿A estar solo o a no saber quiénes somos cuando lo estamos? Claro está que son dos cosas que van muy de la mano. No obstante, debemos partir de la siguiente premisa: si estando solos nos sentimos solos… es porque la compañía; es decir, tú, no es buena. Y eso solo significa algo: estás vacío, ¡no te gustas! Pero no porque no tengas contenido alguno dentro de ti, sino porque nunca te atreviste a explorarte realmente y, a consecuencia, tampoco nunca te has aceptado tal cual y como eres, ya que sólo mediante la aceptación uno puede quererse como es realmente, crecer con identidad y vivir con autenticidad.
El miedo
Bueno, por definición, el miedo es angustia por un riesgo o daño real o imaginario. Si nuestro miedo es por supervivencia e instintivo, es algo natural y necesario. Sin embargo, si es imaginario, entonces, es absurdo. Por lo que, se podría considerar a este miedo como una discapacidad o limitante, dado que no te permite hacer nada o simplemente te limita en gran medida, y, es más, ni siquiera contribuye hacia tu supervivencia (que es para lo cual existe el miedo en realidad).
Ese miedo imaginario nos cohíbe, nos reprime, nos causa ansiedad, no nos permite ver la realidad y hacernos merecedor de una mejor. Inventa obstáculos e inseguridades donde no las hay. Ese miedo evita la vida, nos impide vivir como realmente queremos y alimenta a la muerte cada día. Impide que valoremos nuestro mayor tesoro: el presente, nuestro ahora, que es donde realmente estamos, dado que, por lo general, la imaginación de ese miedo nos mantiene en el futuro o en el pasado, ocasionado ansiedad por eventos que no suceden y frustración por eventos que ya pasaron, y esto (llevado a un extremo) se puede volver crónico trascendiendo con el tiempo hacia nuestro cuerpo físico, logrando que nos enfermemos sin causa lógica aparente.
El miedo instintivo de supervivencia evita la muerte, en cambio, el miedo imaginario evita la vida.
¿Quedarse o sentirse solo?
Ese miedo a la soledad que tenemos, ¿de dónde proviene? ¿Es real o imaginario? ¿Qué ganas o pierdes estando solo? ¿Qué sientes estando solo? Bueno, son muchas interrogantes que parten de algo sencillo: la falta de amor propio, dado que al estar solo sentimos que no tenemos nada ni a nadie, pero si ves frente a un espejo puedes ver ahí que hay alguien, solo que nunca te atreviste a conocerlo realmente, claro, de una manera mucho más intrínseca, dado que te programaron o te acostumbraste (al igual que yo), mediante la educación, religión, etc., para siempre depender socialmente de un círculo de personas o de, sencillamente, alguien más.
Al no conocerte, no te aceptas tal cual como eres, por lo que corres el riesgo de buscar esa aceptación de una fuente externa, y si esta no existe… pues habrá que hallarla de algún modo, ¿no? Así no importe el medio para conseguirlo, así terminemos sintiéndonos más solos. Por eso, en vez de que cada uno, por su cuenta, mediante la soledad reconozca sus virtudes, defectos, fortalezas y debilidades, espera a que otro u otra lo haga por uno, espera llenarse de otro u otra y no de sí mismo, algo que es sumamente absurdo. Y esto, a consecuencia y por evitar sentirnos solos, nos vuelve dependientes desde los pensamientos hasta las emociones. ¡No lo permitas! Tú siempre serás la persona correcta e indicada que necesitas en tu vida, con todo lo bueno y lo malo que tienes, con tu luz y sombra, aunque depende solo de ti que cada día te vuelvas la mejor opción para tu vida.
Por eso, resalto nuevamente, si te sientes solo estando solo, es porque la compañía no es buena. Y esa compañía… eres tú. Por tanto, tu miedo no es hacia la soledad, sino a lo que eres estando solo.
En ese camino de poder experimentar verdaderamente la soledad, no hay atajos, aunque puedes perderte en el vacío de sentirte solo o darte cuenta que, de alguna u otra manera, solo te tienes a ti mismo. Y una vez que lo logres, no te someterás a nada ni a nadie, porque estarás tú, y tu bienestar, por encima de todo. De modo que, así te darás cuenta que no hay nada más hermoso que tener una relación constructiva con tu propia soledad, ya que sólo ella y nadie más que ella te conoce como nadie lo hará en la vida y, por tanto, puede sacar de ti lo mejor (o viceversa).