¿Cuánto debemos de aguantar por amor?

¿Estamos dispuestos a aguantar por amor hasta que no quede ningún rastro de nosotros?

Lamentablemente el amor no lo puede todo, aunque muchos aún así lo crean… el amor no puede cambiar a una persona, es la persona misma quien decide cambiar. Por más que ames a una persona, si esta no desea renunciar a las cosas que lo enfermaron, nada cambiará, a lo mucho se podrá aparentar un cambio o mejoría, pero detrás de ello seguirá el problema. Si el cambio no es de raíz, los frutos seguirán siendo los mismos.

Escuche cierta vez que quien ama tiene que «aguantar»… Bueno, esa palabra no me gusta, pero la acepto. No obstante, ¿hasta donde debemos aguantar por amor? Pues hasta donde nuestro amor propio se vea afectado, hasta donde nuestra forma de ser se vea requebrajada, hasta donde nuestra propia felicidad nos lo permita, hasta donde nuestra paz interna dure. Para todo hay un límite, incluso para el amor, por más comprometido o comprometida que estés, por más que hayas tomado la decisión y dado tu palabra de «hasta que la muerte nos separe»… ¡No lo vale! Si ese o esa a quien le juraste el amor eterno te destruye por el hecho de que no está dispuesto a sanarse, a pesar que cuenta con toda la ayuda necesaria a su alrededor, repito, ¡NO LO VALE!

Podrás aguantar a alguien desordenado con sus cosas y hasta deberes, que a veces no se asee por el exceso de trabajo; a alguien que tiene problemas con la puntualidad, que le cuesta trabajo expresarse, pero que aún así lo hace. Podrás aguantar a alguien que disfruta de la creación del sexo opuesto, pero que sólo se limita a apreciar y nada más. A alguien que no tenga los mismos hábitos que tú en casa, pero llega a una tregua con los tuyos. A alguien que tiene una menor madurez que la tuya… a alguien diferente a ti, pero que te respeta por encima de todo. A ese tipo de pareja si se le puede otorgar la labor de «aguantar».

Por otro lado, no puedes aguantar a alguien que te golpea y al siguiente día llega con un regalo; a alguien que te grita y luego te acaricia, a alguien que te es infiel, pero que te pide perdón cada vez que lo vuelve a hacer, a un ser miserable que le tienes que pedir que proveea o cumpla con sus deberes en el hogar. No tienes porque aguantar a ese tipo de personas. Tú no eres terapeuta ni un mesías del amor. Solo eres una persona que busca ser feliz a lado de alguien.

Esta bien, el amor es una decisión, pero no toda decisión que tomemos siempre es correcta. Si damos todo de nosotros por alguien, ¿al final con qué nos quedamos? Exacto, nada. Y antes de quedarnos sin nada por el supuesto ser amado, evaluemos nuestra decisión de amar. Nadie se molestará por eso, ni Dios ni el Universo. Y que te importe un carajo lo que digan los demás, tu felicidad y tu paz está por encima de la opinión publica. A veces aparentar una vida que no te llena o no te complace puede agotarte tanto hasta tal punto de que no quede ningún rastro de ti.

La resposabilidad de una relación pertenece a los involucrados, no solo a uno, sino a los dos. Y si uno no está dispuesto a llevar a cabo esa responsabilidad, si no está dispuesto a trabajar por el bien de su felicidad y de la relación… No hay nada más que hacer. Esa relación ya no está sostenida por el amor, sino por la costumbre y/o la resignación.

Renunciar también es válido, pero después de saber que hiciste todo lo posible de tu parte, dado que al renunciar se cierra una puerta, aunque tendrás la posibilidad de abrir otra cuando tú quieras. Recuerda que tienes solo una vida, no la desperdicies con alguien que no está dispuesto a renunciar a lo que lo enferman. Puedes volver a empezar cuando tú quieras.