Todos tenemos una historia que contar, dado que todos tenemos un pasado; sin embargo, cuando tratamos de narrarlo jamás terminamos haciéndolo al pie de la letra, ya que por preferencia y comodidad obviamos algunos capítulos o detalles, o simplemente los moldeamos a nuestro gusto, dado que no estamos dispuestos a compartir ciertos acontecimientos de nuestra vida, por lo que optamos por simplemente ocultarlos. No obstante, olvidamos que todos esos capítulos, que evitamos compartir, dieron forma a lo que somos hoy en día… para bien o para mal.
Existen golpes o heridas que con un mínimo de atención pueden sanarse y, en cambio, existen otros que no necesariamente, por lo que requerirán una mayor atención, ya que si no es así pueden terminar como un mal crónico y afectar nuestro estilo de vida. Del mismo modo, funcionan todas esas historias —ocultas— de infelicidad o tristeza que cada ser humano lleva dentro de sí mismo, dado que si bien existen algunas que pueden pasar desapercibidas con el más mínimo cuidado, también existen otras que no, y estas al volverse crónicas; es decir, al no haberse atendido y superado en su debido tiempo, son —muchas veces— las causantes del porqué las personas terminan con ciertas limitaciones y/o discapacidades emocionales para relacionarse con los demás. Y claro está, que todo esto en mención no justifica los efectos que puedan llegar a causar en sus entornos más cercanos, del mismo modo tampoco determina el hecho de poder juzgarlos deliberadamente.
Esos eventos de infortunio o infelicidad, que no solemos compartir, pueden haberse desencadenado en casa; por la ausencia de un miembro importante, violencia o falta de afecto del mismo; o tal vez en un entorno diferente, en una etapa posterior gobernada por la rebeldía e incomprensión; o quizás a nivel interpersonal, debido a una decepción amorosa o un fuerte sentimiento de impotencia ante una pérdida cercana… sea cual sea el origen, deducirlo exactamente no viene al punto; sin embargo, lo que sí, es aquel efecto recursivo en lo cual esto se convierte en la vida y entorno de una persona, trasladándolo con impunidad posteriormente a otra solo por el temor inconsciente de no querer volver a experimentarlo nuevamente, ya que si una persona juzga, lastima, controla o abusa de otra, es porque simplemente esconde una historia en la cual experimentó lo mismo y no desea volver a vivirlo.
La mente, como una de sus principales funciones posee la habilidad de protegernos ante cualquier escenario adverso, aunque esto únicamente dependerá de la capacidad cognitiva y emocional que desarrolle cada individuo, ya que si estas se ausentan o no se encuentran aptas, —la mente— no tendrá más opción que absorber ese escenario o evento fortuito como una nueva realidad convincente en el inconsciente, reflejándose a mediano o largo plazo en la esencia de la forma de ser de una persona sin que pueda controlar el cómo y cuándo suceda, dado que conscientemente están fuera de su alcance; algo que, como consecuencia, con el tiempo suele terminar generando una perspectiva insana hacia el futuro de una o más personas ocasionando que el pasado vuelva a repetirse una y otra vez.
Si bien cada ser humano tiene la potestad de enfrascarse en sus laureles de autocompasión y lamentarse de lo injusto que puede llegar a ser el destino o la vida, también tiene la capacidad de decidir poner un alto, decir “basta” y no seguir más ante una vida difícil; no obstante, para este último caso —irónicamente— también se requiere volver al pasado y recorrer todos aquellos escenarios o eventos de adversidad, aunque en esta ocasión de la mano con el perdón y la auto comprensión para únicamente iniciar una nueva vida con un presente idóneo, obteniendo en ese proceso, no solo el auto perdón, sino también la gran hazaña de superarse a sí mismo y poder así recuperar todo lo perdido.
Si te rindes cuando es invierno, perderás la alegría de la primavera, la belleza del verano y la madurez del otoño. No dejes que el dolor de una estación destruya a las demás.
En lo particular creo yo que, todo lo antes mencionado resulta ser una de las principales causas del porqué las personas —en la actualidad— carecen de todo aquello que emocionalmente desean recibir, mismas que, por ende, no están dispuestos a dar, y no porque ellos deliberadamente quieran que sea de ese modo, sino porque no tuvieron realmente esa oportunidad de desarrollarse correctamente como seres completos, debido a las historias de infelicidad que esconden detrás de sus rostros. Por consiguiente, antes de juzgar a una persona, —por favor— te recomiendo que accedas a tu capacidad de comprensión y te pongas sigilosamente en su lugar, ¿te es posible?